Hay personas que no se ajustan a ningún molde conocido e historias poco creíbles para una película o novela. Sirva de ejemplo esta: una treintañera de Singapur, abogada desde hace más de 20 años en Texas, budista y miembro de la sociedad protectora de animales PETA, decide escribir un libro sobre una adolescente americana que viaja a España para convertirse en torera. Un dato que lo hace aún más inverosímil: la autora no conoce España y la primera vez que ve una corrida de toros, llora.
Alex y Robert, el nuevo libro de la escritora Wena Poon acaba de presentar en el festival de literatura del South Bank, no es sólo una prueba de que la ficción es más un juego de relaciones que de realidad. También de que las cosas son muchas veces resultado de las conexiones más inesperadas.
Cuando Wena recibió la llamada de una amiga que había pasado la luna de miel en Madrid jamás se hubiera imaginado que unos años más tarde estaría escribiendo sobre lo que escuchaba por teléfono. Su amiga, otra singaporense de origen chino, le relataba el horror de la plaza de toros y el impacto que le había causado presenciar un espectáculo que, como directora de teatro, quería recrear en un escenario en Singapur.
Tras descartarlo unos meses,Wena aceptó al final el encargo de escribir una historia que al final se ha convertido en su sexta novela. Primero tuvo que hacerse con varios contactos pero en cuanto los encontró compró un billete a Valencia y empezó a investigar sobre un país que sólo conocía por los folletos turísticos y las películas de Almodóvar.
¿Y qué tal le fue?
Fue bastante difícil porque en cuanto aparecía todo el mundo pensaba que era una turista japonesa (risas)
Pero usted conocía España un poco más, ¿no?
Bueno conocía los toros, el flamenco y las tapas, y las películas de Pedro Almódovar. Se qué a mucha gente española no le gusta pero para bien o para mal Almódovar se ha convertido en un representante de España y ha cambiado muchos tópicos del país. En el mundo anglosajón muchos vemos España a través de sus ojos, con esos colores brillantes. La primera vez que llegué a Madrid no me lo podía creer: era igual que en sus películas.
Y lo demás, ¿coincidía con la idea que traía?
En Asia no conocemos nada de España, al menos si se compara con Francia o Italia. Tenemos Mango y Zara pero nadie sabe que son cadenas españolas. No ocurre como con Louis Vuitton o Channel, que todo el mundo reconoce como firmas francesas. Yo creía que Mango era de algún lugar de Asia porque toda su ropa se fabrica en China. No parece que ninguna de estas tiendas quieran definirse por la identidad española.
Quizá es porque la identidad española ha cambiado mucho y no es sólo flamenco y sol…
Puede ser pero el problema es que el vacío cultural se agranda porque en Asia no tenemos ningún otro referente aparte de los toros, el flamenco y las tapas. Estas es la imagen que se le da al turista de España. Y por mi experiencia ocurre lo mismo en América.
¿Pero no le parece que su libro hace lo mismo al hablar otra vez de los toros?
Esto es algo que me preocupaba mucho porque siempre he luchado contra los tópicos que occidente tiene de Singapur. En los medios de comunicación anglosajones Singapur no aparece en las noticias o sólo por algún tema negativo o ridículo, como la falta de libertad de expresión o la prohibición de mascar chicle. Pero la realidad es que en Singapur no hay más censura y la vida es normal. Por eso intenté no perpetuar los tópicos sobre España a pesar de hablar sobre toros.
¿Cómo lo hizo?
Pensé que no haría una historia tradicional y convertí a mi torero en una mujer. Además, me fijé en los toreros que están empezando. En la primera corrida que asistí en Valencia vi como un toro cogía a un chico de 16 años, más pequeño que yo, que siguió hasta el final del toro a pesar de la sangre que había perdido. No podía dejar de preguntarme: ¿porque quiere ser torero hoy con la cantidad de opciones que hay? Luego encontré fotos y videos de novilleros jóvenes escuchando sus ipods o jugando a videojuegos antes de salir a la plaza y todavía me sorprendió más. Me pareció que se parecían mucho a los adolescentes americanos.
Los espectáculos tradicionales también se han modernizado…
Ahora hasta se pueden seguir las corridas de toros en Twitter. La gente escribe cosas como “el público está emocionado” o “todo el mundo pide la oreja”.
La corrida más importante de su libro hubiera sido un éxito en Internet. Nada menos que una mujer torera y ¡de Texas!
Sí, cuando les explicaba a los ganaderos la trama de mi libro me miraban muy serios y decían: “eso nunca ocurriría” y yo les tenía que explicar que era una novela, sólo ficción.
Es que hasta lo de la mujer torera, aún siendo española, no es muy común…
Yo había leído que el papel de la mujer en las corridas de toros era ponerse guapas y mirar. Luego descubrí la historia de Cristina Sánchez, que se tuvo que retirar porque nadie quería torear con ella, y me di cuenta que lo que pasaba con las toreras era similar a lo que ocurrió con las mujeres que querían ser abogado en los años 50 en América. Las mujeres lo tuvieron muy difícil para entrar en los esferas dominadas por hombres.
¿Y lo consiguieron al final?
Hoy hay algunas novilleras en España pero ninguna es matadora.
¿Sólo porque son mujeres?
En una entrevista con un ganadero le pregunté por qué se oponía a la idea de que las mujeres fueran toreras. Su argumento de que las mujeres tienen menos fuerza no me parecía válido porque yo había visto novilleros más pequeños que yo. Tampoco me valió el de que las mujeres tienen que cuidar de los hijos. Finalmente, me dijo que el problema era que las mujeres tienen pecho. Pero hay mujeres deportistas con bustos muy planos y los hombres tienen más expuesto el corazón, protesté. Me miro poco convencido. Es interesante ver que siempre hay una excusa física aunque no sea real.
Y eso que tú defiendes que el traje de luces quedaría mucho mejor en una mujer…
Es que es más apropiado para el cuerpo de una mujer. Al ser tan ajustado los hombres tienen que mover el pene hacia una bolsa que lo desplaza hacia un lado. A mí me encanta la moda. Un día me gustaría poder probarme uno de estos trajes en un sastrería y cuando no pueda respirar decir: “¿cuánto cuesta? ¡¿5000 euros?!”
De verdad que me sorprende oirla hablar con tanto entusiasmo de los toros. Tengo entendido que es budista y de la sociedad protectora de animales…
Yo no creo que las corridas de toros se puedan justificar con el argumento de que si no desaparecería la especie -siempre habría alguien que los criaría- o que es una tradicción -muchas tradiciones han desparacido para bien-. Sin embargo, cuando pienso en la industria de la carne me parece que hay mucha hipocresía. Los toros viven muy bien durante seis años en campos al aire libre donde pueden tener sus crías. Mueren de una manera terrible pero ocurre en 20 ó 30 minutos. Las vacas que dan leche están atadas a una máquina toda su vida y los pollos viven en cajas que no se pueden mover. Me parece que al final el toro sufre menos.
No todo el mundo estaría de acuerdo…
Creo que mucha de la crítica anglosajona es en realidad xenofobia. Me parece que el verdadero problema es la industria de alimentos pero como se trata de una tradicción extranjera es fácil definirla como primitiva o de bárbaros. Aquí hay algo de relatividad cultural.
Pero usted parece haberse adaptado muy bien a la plaza…
Las corridas pueden ser muy aburridas pero la atmósfera me encanta. El público me interesa más que lo que ocurre en la arena.
¿Y no le costó integrarse?
¡Cómo no me iba a integrar! En la primera corrida que fui tenía a una mujer sentada en medio de mis rodillas y a un montón de gente a mi alrededor empujándome y echándome el humo en la cara. Daba igual que les dijera “no entiendo”, “no entiendo”. Ellos seguían hablando en español así que he pensado apuntarme a clases para las próximas veces.
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