Iñigo Gurruchaga: 'Hacer una comparación entre el País Vasco e Irlanda del Norte es complicado'
No todos los viajes empiezan como uno espera. Iñigo Gurruchaga, corresponsal en Londres desde hace más de 20 años, recuerda el trayecto que hizo en autobús desde San Sebastián junto a un cura que no paró de hablar hasta que llegaron a la estación de Victoria. “Un viaje pesadísimo”, dice mientras prepara un té.
Iñigo es tan locuaz y ecléctico en persona como en su blog, La vida en Londres. Habla de sus lectores, de las peleas de boxeo al este de Londres, de visitas de políticos y de un trabajo de portero de noche que consiguió a mediados de los años 80 para aprender inglés.
Su labor como corresponsal no empezó hasta un año más tarde cuando le llamaron de El País y tuvo su “momento Cenicienta”, que le abrió el camino para que más tarde le contactaran de El Correo, su periódico actual.
Desde entonces Iñigo se ha convertido en un veterano del oficio y ha escrito varios libros sobre Irlanda del Norte y el Reino Unido. El último, “Scunthorpe hasta la muerte” recorre el viaje de Alex Calvo-García, un jugador de Ordizia al que fichó un equipo del norte de Inglaterra de Cuarta División donde se convirtió en una leyenda local.
Detrás quedan otras crónicas y reportajes que revelan una posición de testigo excepcional y le han valido el título de miembro de la Orden del Imperio Británico.
¿Y eso cómo se gana?
La verdad es que no sabía que se daba a extranjeros. Un día me llamó por teléfono una persona y me dijo: “en nombre de la Reina has sido nombrado miembro de la Orden del Imperio Británico”. Yo pensé que se trataba de una broma.
No me extraña…
Luego, como no hay nadie más pretencioso que un iconoclasta y yo me considero un poco de rebelde, me preocupó que fuera a deteriorar mi imagen de periodista independiente y pedí 24 horas para pensármelo. Pero vi que era sólo un reconocimiento. Me dieron una medalla y creo que tengo derecho, junto con mis hijas, a casarme en la capilla de la catedral de San Paul.
Donde se casaron Lady D y el príncipe Carlos…
La historia de Lady Diana es la mayor historia que he cubierto como corresponsal. Su muerte se vivió más como la de Evita y era una historia de amor que revolucionó a todo el poder. Los británicos son en realidad gente muy apasionada.
Usted dice que no los ha llegado a conocer del todo…
En broma digo cosas como que no les acabo de entender porque son muy raros pero la verdad es que no me gusta generalizar. Puedes decir cosas sobre la sociedad pero hay gente muy variada.
Entonces, ¿cómo es la sociedad?
Para mí lo más característico es que todo el país es un gran teatro. Hay ritos por todos lados. Los ingleses son una civilización muy concernida con la apariencia.
¿No hay algo ahí de la famosa hipocresía?
En España el prestigio lo tiene la autenticidad, esa cosa terrible de que uno está diciéndote la verdad, lo cual da mucho miedo. Pero me parece una visión bastante sensata que haya toda una serie de normas, con cierta hipocresía. Esas formas de cortesía permiten vivir juntos mejor. Aquí hay un guión escrito para cada ocasión.
De ahí lo de “un inglés sólo tiene que abrir la boca para que lo juzguen”
Hay muchas cosas que deduces de un británico en cuanto habla: su educación, su clase social…Lo que enseñan fundamentalmente los colegios privados como Eaton es el lenguaje del poder.
Un lenguaje que además parece que es el inglés. ¿Cómo se las apañan nuestros políticos?
Felipe González hablaba en francés, muy españolizado, pero fluido. Jose María Aznar estaba acomplejado de no saber inglés. En su primera conferencia que dio en la City antes de llegar al poder, les dijo a los periodistas: “voy a intentar entender las preguntas en inglés y las contestaré en castellano”. Yo pensé, pero ¡qué es esto!, ¡clases de listening!…
¿Qué pasó con Jose Luís Rodríguez Zapatero?
En una de las visitas oficiales de Zapatero, la traductora se quedó atrás y cuando Tony Blair le preguntó: “¿Vas derecho a Madrid?”, él no le contestó nada. Se limitó a sonreír y repetir esas reverencias que él hace pero ni una palabra…
Desde luego el inglés es nuestro trauma. Hasta el jugador de fútbol de su último libro se viene aquí para aprenderlo…
La historia de Alex es muy bonita. Cuando ve su contrato frustrado en el Eibar, le pide a su agente que le busque algo fuera de España, si puede ser en Inglaterra para así aprender el idioma. Para mí fue fácil de contar porque yo también pasé por eso.
Y le ha servido de excusa para hablar de muchas otras cosas…
Cuento historias de Inglaterra, de fútbol, de mis viajes con los hinchas del Scunthorpe….
Pero el libro comienza en el País Vasco…
Sí, es la historia de un viaje que empieza en el País Vasco.
¿Cómo ve que se compare su situación con Irlanda del Norte?
Hay muchas similitudes en los conceptos como autodeterminación, independencia…pero hacer una comparación es complicado. Aunque no me parece dañino. Se suele decir que estas cosas promueven la confusión pero yo pienso que si hay algo bueno es la confusión. La guerra es un producto del exceso de claridad.
¿Cree que el reciente alto el fuego de ETA es el principio de ese acuerdo?
Estamos asistiendo al fin de ETA. De cómo evolucione el alto el fuego en los próximos meses dependerá cómo se produzca: bien a través de la paulatina e inexorable neutralización de las estructuras del grupo por la represión de las fuerzas de seguridad o bien como un acto voluntario del conjunto del movimiento patriótico vasco.
Sería mejor esta segunda opción, porque el fin voluntario permitiría liberar a las víctimas de hoy, a quienes deben vivir con protección ante la amenaza. Pero los precedentes obligan a ser escéptico sobre la capacidad de los 'políticos' del movimiento patriótico de guiar el fin de ETA.
¿ Por qué la BBC para el comunicado?
No hay ningún misterio en la elección de la BBC. Basta tener un contacto al que se le hace llegar el anuncio y ya ha ocurrido antes. El interés de ETA en la BBC es ofrecer una proyección internacional a su anuncio.
¿Cuánto ha cambiado la vida del corresponsal?
Ha cambiado mucho, antes todo iba más lento. En los años 30 y 40 había la carta del corresponsal en la edición del lunes. Winston Churchill llegaba a Downing Street al medio día después de haberse metido la noche anterior un montón de whiskies y haber pintado algo por la mañana. Los periodistas se iban al Savoy y comían con políticos…
Pero, ¿sin irse tan lejos?
Cuando yo empecé enviaba mis noticias con Telex y mucha menos gente hablaba inglés. Ahora tienes una avalancha de información en tu ordenador que también la tiene el lector. Esa es la gran diferencia de trabajo.
El cambio de las nuevas tecnologías…
Estamos en un proceso de transición con ese temor de que el negocio de la prensa escrita desaparezca en dos años, o un año, o seis meses, o antes de diciembre…
¿Y eso influye a la hora de escribir?
Los editores quieren ideas originales pero al mismo tiempo temen peder las historias que están en la competencia. En la boca del embudo de los medios de comunicación hay un grado de repetición enorme.
Y la política sigue siendo el tema favorito del corresponsal, ¿no?
Es curioso que los periódicos sigan dando informaciones sobre política cuando todas las encuestas dicen que a la gente en realidad no le interesan sus inflaciones. Es una de esas cosas chocante y anticuada. Sobre todo teniendo en cuenta que la política se concibe como la lucha de partidos y poder, no como políticas con la discusión de los diferentes modelos.
Después de veinte años, ¿cómo han cambiado sus compañeros?
El mundo de los corresponsales ahora es un mundo donde hay muchas más mujeres y se nota un rejuvenecimiento, lo cual es muy refrescante. Hay gente con muchísimo espíritu de independencia y de hacer las cosas bien, y algunos hablan inglés mejor que aquellos mayores que yo conocí al llegar.
¿Pero?
La experiencia también es muy importante. Lo más difícil para un corresponsal es valorar qué es importante o no, porque cuando llegas todo te parece interesante. Saber qué merece la pena requiere conocer la estructura del país y la experiencia tiene mucho valor a la hora de juzgar.