Es inevitable imaginarse a Elvira Lindo con veintitantos años cuando uno lee la historia de Antonia, la protagonista de la novela que acaba de publicar, Lo que me queda por vivir.
No sólo porque su personaje, como ella entonces, es una madre joven, con un niño de cuatro años, que trabaja en la radio y vive en el Madrid de los 80 sobreponiéndose al fracaso de una relación y a la muerte temprana de su madre que no ha superado desde la adolescencia. También porque la autora, reconoce que esa época de su vida le ha servido como materia prima para la ficción.
Elvira Lindo salta de los personajes del libro a hablar de sí misma o de su hijo casi como si fueran una misma cosa. Lo advierte, no todo es realidad, pero parece que no le preocupa que un lado y otro se confundan.
Al contrario que otras celebridades, entiende que el trabajo de un escritor o un personaje público está relacionado en gran parte con su vida privada y es normal que provoque curiosidad. En su caso, lo sabe de primera mano. Como periodista, primero en Radio Nacional y luego en El País, ella también ha estado muchas veces al otro lado intentando averiguar qué se esconde detrás de una imagen o cómo es en realidad un mundo que, para la mayoría de nosotros, resulta peculiar.
Algo así debió pensar en las visitas esporádicas que hizo a Londres para entrevistar a Antonio Banderas y a Penélope Cruz, y con las que obtuvo resultados distintos. En la primera, conoció a la mujer del actor, su admirada Melanie Griffith, en la segunda se encontró con la dificultad de una estrella de cine que ha decidido no mostrar nada que se salga de su imagen oficial.
Elvira Lindo está de nuevo en Londres, esta vez para dar una conferencia en una universidad. Ella también es un personaje famoso, casada con uno de los escritores más leídos en España, Antonio Muñoz Molina, con residencia entre Madrid y Nueva York, y con un largo historial de éxitos entre los que se encuentran las historias para niños de Manolito Gafotas, varios guiones para películas y una colección de artículos que miles de lectores devoran en verano.
Me recibe en la recepción del hotel con la cara lavada y ropa cómoda ―unos vaqueros, sandalias, chaqueta negra― quizá ya preparada para el avión que tiene que coger en unas horas. En persona parece aún más joven, como si no tuviera que cargar con tantos años de trabajo frente al público.
Se nota que tiene un poco de prisa pero no me lo dice. Espera en silencio a que saque la grabadora, la coloque, me asegure de que luego podré entender las respuestas. “No te preocupes”, dice al final, “pregúntame lo que quieras”.
¿Qué hay de real en su novela?
En realidad, he hecho lo que han hecho muchos escritores y he tomado mi vida como materia para convertirla en ficción. Es una novela y el porcentaje de realidad y ficción varía pero me he servido de mí misma y la voz se parece mucho a la mía; tampoco puedo ocultarlo.
Pero decide volver a esos años de madre joven, algo confusa, justo en este momento…
Hace unos 4 años, escribí un relato que era bastante personal, la narración de una madre muy joven yendo con su hijo por la Gran Vía un día en que lo niños no suelen ir al cine, un día de diario por la noche. Hablaba de ese paseo y de cómo los niños recuerdan las cosas de manera diferente a los adultos. Luego se lo enseñé a varias personas que les gustó mucho y pensé que podía escribir más sobre esa época. Supongo que ahora tengo una mirada hacia el pasado sin resentimientos, no me inquieta, y entonces puedo recordar con tranquilidad.
¿Recordar las historias que vivió con su hijo?
No podría haber escrito ese personaje sin haber convivido con un niño, una persona que mejoró mi vida desde el principio. Pero me permití el lujo de escribir lo que él pensaba en determinados momentos. Luego cuando mi hijo ha leído el libro se ha sentido totalmente identificado con lo que yo suponía que él pensaba, lo que quiere decir que los dos nos conocíamos mucho. Para mí eso era una fundamental; de hecho el libro está dedicado a él.
Y ahora dice que se alegra mucho de haber sido una madre tan joven…
Cada uno tiene su vida, no me gustan las afirmaciones generales. Yo no estaba esperando tener un hijo, el niño vino en un momento irreflexivo, pero si que creo que a mí me sirvió de mucho tenerlo. Era el Madrid de los años 80, gozaba de una libertad que yo no sabía manejar muy bien, y yo creo que el niño me sujetó, me protegió para no dejarme llevar por un desmadre, sobre todo en el mundo de la radio donde yo me movía. Yo era una persona bastante inmadura en esos momentos y el niño ejerció de ángel protector.
¿Hay algo que le hubiera gustado hacer de otra manera?
Hombre claro, yo hubiera hecho muchas cosas de otra manera pero el libro es el recuerdo de una persona madura hacia esa mujer joven que fue y trata de comprender a esa persona, con todos los fallos que pudo cometer. Torturarse con lo que uno no ha hecho como debiera…las personas no nos solemos comportar como debemos.
En un momento que, además, dice que era menos puritano. ¿De verdad España estaba más liberada?
Yo creo que sí, pero ese puritanismo no viene solamente de la derecha. Hay una ola muy conservadora que está furiosa con la presencia pública de la mujer y critica de una forma feroz cosas que yo creía ya superadas como la ley del aborto o la vida libre de las mujeres Pero la izquierda regulando el lenguaje para que sea políticamente correcto también ha puesto sus normas. Por ejemplo, hay un pasaje del libro en el que la protagonista baja a la tienda a comprar y deja al niño solo un rato. A mí me preguntaron dos o tres personas en la editorial sí quería dejarlo así…
¿Por la imagen que podía dar?
Sí, por la imagen, porque alguna gente piensa cómo es posible, y es que ahora todo se convierte en un delito. Yo también vivía en un barrio, como la mujer que protagoniza el libro, y alguna vez bajabas a comprar algo y dejabas al niño sólo, pero no yo, sino muchas mujeres. En ese sentido creo que las mujeres o bien desde un punto de vista conservador o bien progresista, pretendiendo ser la madre perfecta que sepa compaginar lo profesional con lo familiar, tienen una aspiración muy alta. Yo nunca llegué a eso.
Su vida fue bastante peculiar, ¿qué supuso el éxito de Manolito Gafotas?
Me permitió dedicarme a lo que hago porque tuvo muchos lectores y trascendió el mundo infantil. Había dejado mis trabajos como guionista para dedicarme a escribir y me proporcionó el dinero suficiente como para poder seguir con esa vida. Y me acercó a un público infantil que es muy particular y muy sincero. Era muy bonito…
Y supongo que agotador…
Lo que no me gustaba a lo mejor era la masa de niños en un colegio pero de lector a lector era distinto. Yo sentía que los niños que me leían me admiraban muchísimo y ahora me gusta cuando me encuentro con gente que está empezando a estudiar periodismo y me dicen que para ellos era el héroe de su infancia.
Tiene que tener recuerdos muy bonitos…
Sí, recuerdo una niña que me vio y se echó a llorar. Tenía como unos 10 años y empezó a llorar de la emoción. La cogí, la abracé, pero no pudo decirme nada…me pareció tan tierno.
Sus lectores parecen tenerle mucho cariño. ¿Cómo lleva que ahora le hablen en Facebook?
Es una respuesta muy inmediata, la gente te busca, te escribe cartas. Yo contesto bastante, sobre todo a la gente franca, sincera. En mi página de Facebook he ido agradeciendo a los lectores que tuvieran un tono educado y eso ha fomentado que siguiera así. Los dueños de una página tienen que fomentar eso. Hay como esa cosas de que cómo vas a cortar la libertad de expresión pero yo pienso ¿no lo haces en tu vida real, pues por qué no en la virtual?
Ahora hasta Antonio Muñoz Molina habla de su libro en su blog, ¿qué tal trabajan juntos?
Es una relación muy estrecha. Antonio y yo tenemos muchas cosas en común, muchas más de las que parecen porque nuestro estilo escribiendo es completamente distinto. Pero nos ayudamos y colaboramos mucho el uno con el otro.
Uno puede imaginarles en su casa pero, ¿ qué hay de real o personaje en lo que escribe?
La novela es una cosa, no se puede comparar. Pero yo creo que una cosa es la vida y otra la intimidad. Es algo que se ha confundido en los últimos tiempos por parte de una prensa canalla y también por gente célebre que dice que no quiere hablar de lo personal. Y, tú piensas, pero si lo que te estoy pidiendo es que me hables de la vida, que es otra cosa. En los artículos yo menciono episodios de mi vida, no de mi intimidad. Son cosas que le podría contar a cualquiera, que no tengo por qué ocultar. Luego también he hecho mucha comedia basada en mi propias experiencias, pero eso era un personaje. En los Tintos de verano me ponía en el papel de una persona, no era yo.
Me alegro de que esta entrevista no sea tan tensa cómo la que le hizo a Penélope Cruz…
Si, fue un poco tensa. Y me hubiera gustado que me hubiera resultado más fácil porque en las entrevistas que he hecho, siempre he ido con buena intención y con todo el interés de que saliera lo mejor de esa persona.
Elvira Lindo tiene que regresar a Madrid. Ha estado muchas veces en Londres pero admite que por tan poco tiempo que no conoce la ciudad. Sólo hay un lugar al que vuelve cada vez que viene, el restaurante indio al que solía ir también Guillermo Cabrera Infante: la Brasserie Bombay. Parece una persona abierta, accesible, sin muchos reparos a hablar de su vida, aunque noto que hay un límite que no quiere pasar. Su historia es singular, estimulante pero hay ciertas cosas que hasta un fisgón sólo debe intuirlas.