El mercado de arte de Londres ha encontrado una fórmula para los que quieren disfrutar de una obra de arte en casa sin gastar demasiado dinero. The Collective, un grupo de diletantes y coleccionistas, ha puesto de moda una nueva idea en la que sus miembros realizan una especie de colecta para comprar cuadros colectivos y colgarlos por turnos en su salón.

La rutina comienza poniendo un fondo común mensual de unas 35 libras al mes por persona. Así cuando ya han reunido un capital importante y después de haber acordado el interés por una específica obra, la compran. Los precios de los cuadros que adquieren suelen ser de unas 2.000 libras como máximo. Cantidad que igual no es factible individualmente pero que con esta medida conjunta se convierte en razonable.

Una vez ya se ha dado el paso de la compra – en la mayoría de los casos se recurre a obras de emergentes y prometedores autores –, llega el dilema de ver quién será el afortunado que pueda disfrutar de la visión de la pintura en la pared del salón. Aquí entra de nuevo en marcha el sentido de grupo. Los miembros de The Collective se reúnen para conocer sus preferencias y acuerdan su exposición en uno u otro domicilio por un período de seis meses. Terminado ese plazo la obra rotará e irá a parar a manos de otro de los integrantes del colectivo.  

Cada seis meses el grupo se reúne y, además de rotar cuadros, charlan sobre arte, visitan galerías y pactan sus predilecciones para la siguiente compra. Dos veces al año invierten lo recaudado mensualmente en adquirir cuadros.

Esta práctica permite a personas con inquietudes y gustos artísticos convertirse en coleccionistas de arte, algo que sin el apoyo del fondo común les sería más difícil y costoso. Esta original táctica de inversión está siendo emulada en Londres por distintos grupos de ‘coleccionistas’ que fijarán la cantidad mensual a aportar en función de su poder adquisitivo. El esfuerzo grupal ha democratizado el arte.