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Sam Russell

Por Itziar Bilbao

“Sam Russell, veterano de las Brigadas Internacionales”


España cambió la vida de Sam Russell para siempre. En 1936 se encontraba excavando en Egipto como estudiante de arqueología, cuando decidió abandonarlo todo para unirse a las Brigadas Internacionales. Tenía veintiún años.


¿Por qué interesaba España?


Nos preocupaba la creciente popularidad del fascismo: durante mi primer año en University College, algunos estudiantes venían a clase con las camisas negras de Mosley, hasta que se prohibió vestir uniformes dentro del campus. Hablábamos de la Guerra Civil continuamente.

¿Cómo te decidiste a ir?

No estaba convencido: la República necesitaba armas, no hombres. Pero al final me decidí y fui a la oficina del partido comunista. Me puse mi propio uniforme del OTC (Officers' Training Corps), con los que había entrenado en la universidad, y mi ropa normal por encima: si en España estaban tan necesitados por lo menos no tendrían que preocuparse por mi uniforme, je je…


¿Fuiste solo o con un grupo?


Solo. No podía contar a nadie mis planes. Me dieron la dirección de una pensión en París, donde esperé unos días hasta que recibí órdenes de ir al Gare de Lyon. Cuando llegué a la estación, estaba llena de gente que iba a España: ¡si era un secreto, era un secreto a voces!


¿Los franceses sabían lo que se estaba tramando?


¡Ya lo creo! En la estación todos gritaban:


les avions pour L'Espagne!" (¡Aviones para España!"). Cuando más tarde marchamos a través de Francia, los obreros de las vías saludaban nuestro tren puño en alto. Así llegamos a Perpignan.


¿Cuál fue tu primera impresión de la guerra?


En Barcelona vi manifestaciones continuas de apoyo a la República, así como maniobras militares de voluntarios, muy mal equipados. Algunos oficiales permanecían fieles a la República, pero la mayoría estaban con Franco.


El cuartel general de las Brigadas Internacionales estaba en Albacete, en La Mancha. Sam, que había leído Don Quijote, comenta que a los lugareños, estos extraños debieron parecerles otros locos.


¿Y tu primera impresión de España?


Nos alojaron en casas de la gente local. Era Octubre y el calor, insoportable. Durante nuestras maniobras descubrí con sorpresa enormes campos de crocus. Bajo carpas, las mujeres arrancaban los estambres de azafrán del centro de las flores. Parecía perfecto para conocer chicas pero no: siempre estaban acompañadas de sus madres o tías. Muchos compañeros se quejaban de todo. Nunca habían salido de Gran Bretaña, no podían con la comida local, querían tabaco británico…


No como ahora, en que no se sacian de cocinas foráneas.


Vaya, cuando viajan a la Costa del Sol sólo quieren fish & chips.


Cierto, quizás las cosas no han cambiado… Pero háblanos más del entrenamiento. ¿Es verdad que desfilabais con palos al hombro?


"¿Dónde están las armas?", nos preguntábamos continuamente, hasta que por fin una mañana llegaron…


Al abrir las cajas, se encontraron con vetustos mosquetones del siglo anterior. Los cartuchos estaban cubiertos de cardenillo.


Cuando los probamos, la munición te estallaba en la cara. ¡Eran las sobras de una guerra librada entre Austria y Prusia en 1876!


En estas pobres condiciones, los brigadistas marcharon una buena mañana a Lopera, en Córdoba. Fue allí donde Sam fue herido. Este episodio pronto cambiará su papel en la guerra.


No sabía dónde me habían dado, pero no podía moverme y supe que debía ser en la pierna. Y por detrás, lo que significa que fueron los nuestros, lo que hoy llamamos


friendly fire" (fuego amistoso).


Ahora puede reírse pero aquél día, inmóvil mientras caía la noche en tierra de nadie, pudo haber sido el último de no ser por un compañero que salió a buscarle en la oscuridad y lo arrastró por los hombros. Llegó al hospital en una carreta de abono.


¡No estaría aún llena!


No, pero ¡se podía oler! Así terminó mi carrera militar.


Mala suerte…


No lo creas. Aún recuerdo un chaval, cuando evacuamos Lopera, subiendo al camión y nada más poner el pie le alcanzó la metralla de un avión italiano. Cayó muerto y ni siquiera había pisado el campo de batalla.


¿Cuánto tiempo estuviste en el frente?


No mucho. Mi herida no era mortal, pero los médicos españoles procedían de familias bien y éstas estaban todas con Franco. En el batallón británico habíamos tenido muchas bajas tras la batalla del Jarama. Decidieron que yo volviera a Londres con la lista de los caídos. Sería Febrero o Marzo de 1937.


En Londres Sam cumplió la trágica misión de notificar a las familias. Pero él quería volver a España.


Tan pronto pude regresé a París, donde ahora estaban llegando cientos de voluntarios desde los Estados Unidos y necesitaban ayuda.


Entró de nuevo en España en un pesquero que pasaba enfermeras a Barcelona. Allí Sam trabajó para Radio Barcelona.

Escribíamos eslóganes que se retransmitían en muchos idiomas, como: "Save Spain, Save Peace, Save Britain" (salvad a España, salvad la paz, salvad a Gran Bretaña"). Aquí comencé mi carrera como periodista.

Así es: tras la guerra, Sam cambió su interés en la arqueología por el periodismo. Ha pasado toda una vida pero en 1996, con ocasión del 60 aniversario de la Guerra Civil, le fue otorgada la ciudadanía española honoraria.

Lo que más recuerdo de estos meses en Radio Barcelona es que cada día me daban el mismo menú: garbanzos con bacalao.


Un plato tradicional bien rico.


Sí pero… ¡no cuando es todo lo que hay para comer, día sí y día también!


 
     
22 Noviembre 2024
 

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